"Manolo Gutiérrez"



Cada vez que puedo y me acompaña la intención, salgo a pasear con mis perros. Recorro todo el paseo marítimo que bordea el mar del este del lugar en donde vivo. Escojo siempre las primeras luces del día y como es hora incómoda para los que prefieren disfrutar de la noche son pocos los paseantes con los que me cruzo. Es un recorrido marcado al compás de las olas. Cada vez que me cruzo con alguien son mis perros los primeros en dar los buenos días, ellos hacen las primeras presentaciones y con retroceso llego yo y saludo con voz de no haber hablado todavía y sonriente a la persona que tiene a bien contestarme. Muchas veces del saludo pasamos a las presentaciones en torno a su perro y los míos y así con la frecuencia de los días voy conociendo a algunos de la vecindad: a Diego, Bach, Gordi, Blexter, Gala,... son ellos, estas criaturas de las que siempre aprendo algo nuevo y bueno, los que aligeran los preámbulos de la cortesía e, inmediatamente según movimiento de colas, hacen que prolonguemos nuestro encuentro humano-perruno, o volvamos a reiniciar la marcha. Son ellos los que en sus idas y venidas me acercan a las personas que cada día me encuentro en este agradable trayecto. Curiosamente, el ir de la mano de un can, hace que las relaciones humanas fluyan como el jugueteo de los niños en un parque o en la orilla de la playa, al segundo están compartiendo pelota o construyendo juntos su castillo de arena.
Ayer, en mi paseo habitual, mis perros se adelantaron velozmente al ritmo de mis pasos, por los ladridos supe reconocer que se trataba de uno nuevo, efectivamente, un caniche de pelo blanco con la misma chispa que los míos. Su dueño cuyo nombre continúa en el anonimato, se acercó para sacarme hasta la partida de nacimiento de los míos, sin tanta curiosidad me limité a preguntarle por el nombre del suyo: “-Manolo..., Manolo Gutiérrez es su nombre-”; Una sonora carcajada salió de imprevisto de mi garganta. Miré para el amo y con un guiño de buen humor continuamos nuestros paseos.
Hippy.