Día 20 de agosto, víspera del tercer cumpleaños de mi perra Musa. Una westy de color blanco loco, melena alborotada, corazôn gigante y cola meneona. La mejor especie animal que todo ser humano le encantarîa tener a su lado por cómo te recibe cuando abres la puerta de tu hogar, cómo te acompaña dìa, noche y madrugadas, cómo se sienta a tu lado y se queda mirándote siempre agradecida la mires o no, la toques o no. Cómo se sube al sillón para sentarse pegada a tí, cómo espera pacientemente cada día a que levantes los párpados de la noche para ser la primera en desearte con sus lambetazos una buena jornada, de trabajo, de paseo, de ruta o de niños. Ella está, siempre está y su presencia arroja de mí hacia ella: ternuras, caricias, palabras chirriosas de inmenso cariño. Hoy, esta tarde, casi toda la tarde pudo con mi llanto. Logró conmover mi pozo de lágrimas y lloré con ella y por ella. A las doce del mediodía del día de hoy, iniciando con victoria el segundo set de padel junto a mi hijo Miguel, recibo la llamada de mi sobrino Nano, rápidamente salto la red para escuchar en segundos la voz que me alerta desde el otro lado del aparato que Musa acaba de tener su primer cachorrito. Presurosos y sin terminar partida llegamos a casa. Mi perra ya había parido tres cachorritos. Dos de ellos muertos.
La ves inquieta, en movimiento, sin sosiego, se levanta, se acuesta, cambia de posturas, te mira, empuja una y otra vez y de repente emerge y sale la vida, la esperanza, la alegría y el profundo gozo, sale un perrito o una perrita, ni miras eso, lo importante es que viva, q respire, q se mueva ese gusano gigante con forma de perro. !camina! Sonreímos todos aliviados, agradecemos, alentamos a la madre, la acariciamos, ella continúa extenuada, su cuerpo nos sigue gritando. Algo no va bien, el tiempo se detiene y Musa no sale de su batalla, cae herida de muerte, de agotamiento. Sin pensármelo dos veces la subimos con sus dos recién nacidos al coche y como mujer parturienta la llevo veloz a la veterinaria. Se suceden las horas entre ecos, radiografías y sueros... Sale el quinto perrito, con dificultad para respirar. Demasiado tarde, a los pocos días, otra despedida, esta vez es mi hijo el que tiene el infortunio de presenciar su agonía. Está solo y aterrado, sus manos acunan una criatura a la que no hemos dejado de velar día y noche insuflándole vida. Llego inmediatamente ante su llamada de auxilio Otra vez llanto, no tanto como la pérdida del cachorro sino por el desconsuelo y dolor de un niño de trece años que presencia por vez primera la agonía de la muerte. Le abrazo una y otra vez y en cada abrazo le susurro !lo siento, lo siento, siento no haber estado contigo, (era el primer paseo que daba después de seis días sin pisar calle, si hubiera estado trabajando, me habrían concedido una baja maternal canina? ... Estaba de vacaciones y gracias a esto y a la generosidad de mis sobrinos y amigas, ayudándome en mil cosas los dos perritos hijos de Musa salieron adelante. Gracias!!!)
Hippy
La ves inquieta, en movimiento, sin sosiego, se levanta, se acuesta, cambia de posturas, te mira, empuja una y otra vez y de repente emerge y sale la vida, la esperanza, la alegría y el profundo gozo, sale un perrito o una perrita, ni miras eso, lo importante es que viva, q respire, q se mueva ese gusano gigante con forma de perro. !camina! Sonreímos todos aliviados, agradecemos, alentamos a la madre, la acariciamos, ella continúa extenuada, su cuerpo nos sigue gritando. Algo no va bien, el tiempo se detiene y Musa no sale de su batalla, cae herida de muerte, de agotamiento. Sin pensármelo dos veces la subimos con sus dos recién nacidos al coche y como mujer parturienta la llevo veloz a la veterinaria. Se suceden las horas entre ecos, radiografías y sueros... Sale el quinto perrito, con dificultad para respirar. Demasiado tarde, a los pocos días, otra despedida, esta vez es mi hijo el que tiene el infortunio de presenciar su agonía. Está solo y aterrado, sus manos acunan una criatura a la que no hemos dejado de velar día y noche insuflándole vida. Llego inmediatamente ante su llamada de auxilio Otra vez llanto, no tanto como la pérdida del cachorro sino por el desconsuelo y dolor de un niño de trece años que presencia por vez primera la agonía de la muerte. Le abrazo una y otra vez y en cada abrazo le susurro !lo siento, lo siento, siento no haber estado contigo, (era el primer paseo que daba después de seis días sin pisar calle, si hubiera estado trabajando, me habrían concedido una baja maternal canina? ... Estaba de vacaciones y gracias a esto y a la generosidad de mis sobrinos y amigas, ayudándome en mil cosas los dos perritos hijos de Musa salieron adelante. Gracias!!!)
Hippy
6 comentarios:
las contradicciones de la vida...
(No se que hice... va otra vez.)
Gracias hippy por la manera tan intensa de compartir esta "primera experiencia", es difícil tocar la muerte y nuestros límites y seguir, crecer, por suerte la vida siempre nos sorprende. ¿Verdad?
Yo tengo una westy en casa. Tiene ya dos años y quiero que sea madre. Es difícil donde vivo conseguirle pareja, porque no hay otros perritos de su raza en toda la ciudad, pero seguimos buscando y estaamos dispuestas en casa a llevarla de viaje a cruzarse con un westi.
Me conmovió y me dió miedo tu relato, pero a la vez pienso que vale la pena que sea madre, correr el riesgo. Es una pena que ella misma no lo pueda decidir, que sea yo quien lo haga: no quisiera cargar con la culpa, aunque sí con el sufrimiento si algo le pasa.
Muy intensa esta forma tuya de sentir Hippy. Por el trato a los animales, por cómo los queremos y los sentimos, se mide el valor humano de una persona.
No me quiero acordar de ese parto de tu perra.. qué agonía.
Nunca pensé que se podía pasar tan mal, y todo por cruzarla con uno de mayor tamaño que ella.. Aún así es un encanto de perra, pero su hijo hippy más.
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