Amadub se llamaba, mas todos lo conocíamos por Alí y no porque ese fuese su diminutivo. Llegó sin papeles más tenía claro su objetivo, su breve paso por la isla y la dirección que tomaría. De momento suplió su identidad por la de Alí, para iniciar esa nueva vida tras su ruptura emocional que le hizo cruzar a la otra orilla. Se matriculó en la escuela oficial de idiomas de Guanarteme, pues Alí (y Amadub), vivían en la calle Cid.
Su estatura rondaba los dos metros y tenía dificultad para encontrar calzado a ese par de 48 que tenía por pies. Aparentaba menor edad por la grasa que rezumaba su piel y que le proporcionaba tersura.
Desde la primera vez que le ví intenté rozar su rostro, la suavidad que se entreveía en él me llamaba. Y...., ¿cómo me las apañaría si, entre otras cuestiones, la diferencia de estatura ya era un inconveniente, incluso para que el aire no se llevara las palabras por el camino y el lenguaje fuera inteligible? ¡me encantan los retos!. Ese pensamiento me hizo reír y empeñarme aún más en aquella cruzada. ¡Yo soy así!, algo o.... bastante morruda y ¡pidanle al cielo que no se me meta algo en la cabeza!. Me gustan las texturas, los olores y los colores, y Alí era un compendio de todo ello, ¿cómo me iba a reprimir? pensé. jeje.
Esperé a que tomaran asiento en aquella clase desangelada. Nuestro primer día de clase, 15 sillas y una minúscula ventana a una altura suficiente para que Amadub divisara el exterior y yo intuyera lo que trás las paredes había. Eso sí, mi estatura en muchas ocasiones favoreció el desarrollo de mi creatividad e imaginación y permitió que diera color a esa realidad que con frecuencia no salía de la escala de grises.
Me dirigí hacia una silla vacia, y aunque no tenía que pasar cerca de él, me las ingenié para que pareciese que sus zancos se habían enredado en los míos, tropezando a sabiendas. "Pardon" me dijo. "se disputer" le respondí con una sonrisa. Me miro con sorpresa (eran pocas las palabras que conocía del francés, pero en muchos idiomas aprendí a disculparme como estrategia, pues la metedura de pata a posta formaba parte de mi vida). El siguiente paso fue fácil. Sabía que no me entendería, "tienes una pelusa en la frente" y.... ¡objetivo conseguido!. Hice como si se la quitase con la suavidad suficiente para comprobar si la textura era tal cual la imaginé y.... señores, ¡me quedé corta! para mi Alí era "Piel de Melocotón". dio un pequeño respingo y la expresión de su cara era una mezcla entre molestia y extrañeza (como si en su país las mujeres no se atreviesen a rozar al Hombre, pensé y en silencio me respondí,.... en el mío tampoco jeje).
No recuerdo si ese día la clase nos la dió un profesor o profesora, tan solo que nos miramos varias veces de reojo, cruzando tímidas miradas y retirándolas cuando nos dabamos cuenta que el otro se empeñaba en la misma hazaña. Recuerdo sensaciones que de él intuí donde se mezclaba la extrañeza, la molestia o quizá algo de enfado. Eso fue suficiente para alegrarme aquella tediosa tarde y sonreír a mis adentros cada vez que se me venía su imagen.
¡Tímidas miradas!, jeje. Lo que él tenía de tímido era su no querer hacerse notar por su situación de sin papeles, lo que yo tenía de tímida, era... más bien una forma de coqueteo que en ocasiones usamos las mujeres para mostrarnos en algún sentido. La realidad fue muy distinta a aquella apariencia, la poca vergüenza era una característica de nuestra médula.
Su estatura rondaba los dos metros y tenía dificultad para encontrar calzado a ese par de 48 que tenía por pies. Aparentaba menor edad por la grasa que rezumaba su piel y que le proporcionaba tersura.
Desde la primera vez que le ví intenté rozar su rostro, la suavidad que se entreveía en él me llamaba. Y...., ¿cómo me las apañaría si, entre otras cuestiones, la diferencia de estatura ya era un inconveniente, incluso para que el aire no se llevara las palabras por el camino y el lenguaje fuera inteligible? ¡me encantan los retos!. Ese pensamiento me hizo reír y empeñarme aún más en aquella cruzada. ¡Yo soy así!, algo o.... bastante morruda y ¡pidanle al cielo que no se me meta algo en la cabeza!. Me gustan las texturas, los olores y los colores, y Alí era un compendio de todo ello, ¿cómo me iba a reprimir? pensé. jeje.
Esperé a que tomaran asiento en aquella clase desangelada. Nuestro primer día de clase, 15 sillas y una minúscula ventana a una altura suficiente para que Amadub divisara el exterior y yo intuyera lo que trás las paredes había. Eso sí, mi estatura en muchas ocasiones favoreció el desarrollo de mi creatividad e imaginación y permitió que diera color a esa realidad que con frecuencia no salía de la escala de grises.
Me dirigí hacia una silla vacia, y aunque no tenía que pasar cerca de él, me las ingenié para que pareciese que sus zancos se habían enredado en los míos, tropezando a sabiendas. "Pardon" me dijo. "se disputer" le respondí con una sonrisa. Me miro con sorpresa (eran pocas las palabras que conocía del francés, pero en muchos idiomas aprendí a disculparme como estrategia, pues la metedura de pata a posta formaba parte de mi vida). El siguiente paso fue fácil. Sabía que no me entendería, "tienes una pelusa en la frente" y.... ¡objetivo conseguido!. Hice como si se la quitase con la suavidad suficiente para comprobar si la textura era tal cual la imaginé y.... señores, ¡me quedé corta! para mi Alí era "Piel de Melocotón". dio un pequeño respingo y la expresión de su cara era una mezcla entre molestia y extrañeza (como si en su país las mujeres no se atreviesen a rozar al Hombre, pensé y en silencio me respondí,.... en el mío tampoco jeje).
No recuerdo si ese día la clase nos la dió un profesor o profesora, tan solo que nos miramos varias veces de reojo, cruzando tímidas miradas y retirándolas cuando nos dabamos cuenta que el otro se empeñaba en la misma hazaña. Recuerdo sensaciones que de él intuí donde se mezclaba la extrañeza, la molestia o quizá algo de enfado. Eso fue suficiente para alegrarme aquella tediosa tarde y sonreír a mis adentros cada vez que se me venía su imagen.
¡Tímidas miradas!, jeje. Lo que él tenía de tímido era su no querer hacerse notar por su situación de sin papeles, lo que yo tenía de tímida, era... más bien una forma de coqueteo que en ocasiones usamos las mujeres para mostrarnos en algún sentido. La realidad fue muy distinta a aquella apariencia, la poca vergüenza era una característica de nuestra médula.
4 comentarios:
Entiendo la atracción que "padeces", una vez la "sufrí" a través de unos ojos envueltos en una piel de melocotón color negro, en una tienda de calzado en Londres y bueno.... Me faltó tiempo para no colgarme a sus zancadas... Nos seguirás contando cómo fue ese transplante de médula, verdad??? Bessss y buena foto. Hippy
Cuántas clases tediosas he pasado en esa escuela sin rozar un piel de melocotón. ∫ólo el idioma, y de lejos, me consolaba
¡Qué sensualismo en esos encuentros... y qué coqueteo el tuyo.. pero una duda ..¿ se disputer?..ja.ja
Qué bonitas las jirafas al atardecer, casi como la piel de melocotón. Todos los sentidos se despiertan en la escritura.
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